Introducción

En la más oscura de las edades, un astro melancólico eclipsa al sol volviendo lóbrego al cielo, mientras el gran árbol sagrado yace muerto y podrido sobre las ruinas de una ciudad caída y rodeada de miserables tierras. Las puertas del infierno han sido arrasadas por un artefacto bélico de destrucción masiva, provocando que el velo que divide los mundos sea desgarrado y se desvanezca. A través de las tierras del plano primario se abren gargantas hacia su reflejo primigenio, el Sitra Achra, dominio de las sombras y los condenados.

Catedrales sangrientas y torres malditas emergen, deformando los biomas de las regiones circundantes. En torno a ellas convergen los ejércitos de lo impío y las huestes sagradas, atraídos no solo por la Noctramita, mineral nacido donde la sangre de la tierra muerta se funde con los vestigios de la chispa de Odhramir, sino también por los tesoros prohibidos y reliquias ocultas en los palacios demoníacos.

Las tierras de Middelreign se hartan de saqueos, asedios y profanaciones. La guerra se respira en las cenizas de ciudades y aldeas arrasadas, donde bandas de guerreros errantes, cultistas fanáticos y peregrinos de una fe moribunda se enfrentan en feroces batallas. Unos buscan riquezas, unos buscan gloria, y otros pocos pretenden torcer el destino del mundo mismo.

En este escenario donde los vivos caminan sobre los huesos de los muertos y los demonios reclaman lo que siempre les perteneció, surge una pregunta que lo corroe todo:

¿Serás tú quien reclame el poder del inframundo o quien lo enfrente en nombre de la última esperanza?

El Sitra Achra se abre: entra al infierno con tu brigada de guerra y hazte con la corona de la ruina.